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La honestidad a escena

Aprovechando que el fin de semana que viene la compañía Mateustz Troupe están en la sala inestable, he aprovechado para raptar al creador de toda esta epopeya teatral y hacerle unas cuantas preguntas (con el consiguiente almuerzo de por medio).

Tiene una opinión de las cosas que me impactó por su dureza. Estaban dichas desde la sinceridad y yo las recibía desde el agradecimiento. No todos los profesionales de este sector se atreven a decir las cosas en claro.

Estemos de acuerdo con el o no, es innegable que este caballero pone el punto de mira en algunos aspectos que merecen un "pelín" de atención. Un pequeño tirón de orejas.

Es hombre al que le gusta hacer las cosas a fuego lento. En palabras de Miquel, "Las obras hechas en un mes no me interesan en absoluto igual que no me interesan unas lentejas cocinadas en diez minutos."

Me habló, entre otras muchas cosas, de la honestidad en la escena, del contar algo por necesidad de contarlo.

"La honestidad es lo que conforma los cimientos del teatro. La Honestidad. Las obras que se exponen a un público han de ser honestas… y no suelen serlo. El teatro tiene algo de sagrado, de ritual que se está perdiendo"

Según Miquel Mateu, la confrontación entre empresario y creador pone cara a cara dos filosofías de trabajo: El empresario atiende a la demanda directa del público y busca el beneficio económico puro y duro, dando lugar a creaciones fáciles, planas; subiendo a una escena teatral a cantantes de orquesta (sin menospreciar esta profesión pero sí apuntando las diferencias) en lugar de actores o actrices con formación interpretativa.

El creador, en cambio, atiende a su propia expresión y a la honestidad de su historia. Crea por necesidad vital.

Se considera además un artista rebelde por no seguir las prácticas convencionales que debería seguir cualquier profesional a la hora de querer llevar su carrera adelante. Rehuye de ese perfil de actor que basa su ascenso profesional en hacer de relaciones públicas con el interés de atar contactos que sirvan de trampolín. Cree en la meritocracia, no en el amiguismo. “Las personas han de conseguir sus objetivos y el reconocimiento a través de su trabajo”.

"Al teatro que se hace hoy en día no debo protegerlo sino que, en cierta manera, debo injuriarlo. Quiero entender por qué mi sobrino de quince años, por ejemplo, después de ver el teatro que se hace en Valencia, no quiere volver al teatro. Me resulta mucho menos estresante discutir con un programador que me está intentando convencer de que el tipo de teatro que hago no es un teatro comercial y por lo tanto pretende darme lecciones sobre mi trabajo y decirme que debo abortar mis planes de creación e irme hacia un teatro que venda más"

Como consecuencia de esto, la relación de Mateu con el Público es de puro amor/odio: “Cada vez que salimos de representar una obra vivimos una especie de catarsis absoluta cuando el espectador nos toca, nos abraza y sin conocernos de nada nos dice que acaba de encontrarse con algo que hacía años que no se encontraba, por esa transmutación que sufre desde que entra hasta que sale, por las experiencias vividas, por las emociones y porque empatiza y se encuentra con ciertos momentos de su vida en nuestra escena. Pero por otra parte está ese público que hay que convencer de que el teatro también es esto, y que es sano. Que no sólo hay que buscar entretenimiento vacío. También puede haber un aprendizaje no necesariamente desde la risa o la emoción de una buena partitura sino desde la impresión de verse representado a través de algo que está viendo y que no necesita entender del todo.”

No cree en el teatro público ni en lo que se está haciendo con él, poniendo especial hincapié en la politización de este arte escénico: "Una persona, para ser político, ha de ser honorable, y uno, para ser artista, tiene que ser un canalla. Las opiniones políticas de un canalla no importan tanto. Y las creaciones de una persona 'honorable' tampoco son tan significativas. Los artistas que creen arte, y los políticos que tengan sus opiniones políticas. Si eres un artista y tienes una opinión exprésala encima del escenario. Hazlo en escena, reivindicado en escena. No te subas a una plataforma a hacer un miting. Eso es política. Somos referentes culturales y tenemos que actuar a través de las armas de la cultura, no junto a los políticos, con sus estrategias de márketing  e intereses de poder."

El teatro por el que Miquel Mateu apuesta es un teatro que se podría tachar de individualista respecto al creador. Sería fácil por lo tanto pensar que si no atiende a las necesidades de un público y a su demanda, sus obras quedarán apartadas a un reducido número de personas interesadas por las performances y el teatro experimental. Por lo tanto, el primer impulso es responsabilizarlo de esta marginación que sufre su trabajo.

Pero esto sería un análisis demasiado superficial, útil tal vez para los que ocupan los escaños del parlamento a día de hoy. Yo creo en los artistas como él, que ponen en jaque la comodidad mental de las personas, que retan a lo que está establecido y funciona sólo cuando tienes los contactos convenientes sin importar del todo la calidad del trabajo.

Ojala sea finalmente el público quien se amolde y aprenda a abrir su mente hacia esta poesía escénica. No el artista al público. Ojala se eduque a un público que llene salas entregados a lo que van a ver, arriesgándose a disfrutar o no, que con lo visto en escena abran debate, y duden, y se planteen cosas.

Nos estamos acomodando tanto en lo físico como en lo mental. El siguiente paso sería lo emocional. No nos convirtamos en robots y complíquémonos un poco la vida.